Tuesday, July 22, 2008

Solo vino...

Como ya he comentado no tuve muchas mascotas de niño, sin embargo tuve unos primos. No es que mis primos sustituyeran las mascotas sino que ellos sí tuvieron muchas, muchas, muchas mascotas.
Recuerdo cuando tenía alrededor de siete años, un día llegando a su casa nos recibió un perro con facha de prófugo de una anciana indigente o que en el mejor de los casos, sus anteriores dueños no habían encontrado otra manera de deshacerse de él que echarlo al camión de la basura.
Mi sorpresa fue mayor cuando me enteré del nombre del animalito: Solovino, porque efectivamente, había llegado por propia pata. A la vuelta de las semanas cambio de nombre, en adelante se le conoció como Solosefue.
Lo anterior viene al caso porque el fin de semana pasado se inauguró en la Ciudad de México, capital del vendedor ambulante, un monumento en honor al perro callejero cuyas mayores actividades, aparte de inspirar lástima, son oler los traseros de sus congéneres y revolver las bolsas de basura que la personas disminuidas en sus capacidades mentales por la edad, los gandallas y los indiscutiblemente estúpidos, dejan en la calle.
No obstante, hay que revalorar toda la lealtad a cambio del menor gesto de compasión le regalan a quien le ofrece un pedazo de pan, una caricia o al menos una mirada de conmiseración. De ahí que se diga que un hombre anda de perro con una mujer, cuando ella apenas ha esbozado una sonrisa de simple simpatía.