Thursday, May 1, 2008

La pereza y yo

Siempre es fácil caer en las redes de la pereza, y siempre es difícil tomar la decisión de romperlas. Hoy que casi todo el mundo descansa se me hizo buena onda reflexionar sobre esto entre los episodios de mi acostumbrada fatiga mental en mi sacrosanto recinto laboral.
Ya hace unos años, entregué un reporte sobre este tema para una clase en la universidad, se llamaba "Tratado sobre los techos en las mañanas sabatinas" y describía como, cuando los días de asueto son de consenso con la sociedad entera y al menos dos días cada semana, los miembros de nuestra especie sienten la necesidad de mirar el techo por largas horas en tanto llega el momento de hacer el monchis.
Eso no es grave, lo que llama mi atención es por qué nos empeñamos en dar forma a cada sombra, textura o imperfecto casi siempre con figuras o rostros humanos con muecas de dolor, expresando gritos inaudibles; a veces llegamos a imaginar una historia o si algún pensamiento corre por su ficticia mente.
Ya Alfred Hitchcock exploraba en uno de los capítulos de sus series, como eramos observados por estás criaturas a la vez que fungíamos como testigos de su eterno penar, congelados, solos, sufriendo su tormento. Spooky ¿no?
Afortunadamente he dejado de verlos, puesto que trabajo los días que la gente regularmente descansa y en mi apresurada pero somnolienta vida no tengo tiempo para la comtemplación. Ya cumplí con hacerles notarlos para que me dejen dormir.
*Escrito en el Hogar para débiles mentales de San Bernardino, mayo 2008.