Friday, July 24, 2009

Mi historia con Harry...


Hace 8 años me enfrenté por primera vez a una película de Harry Potter. Eran las 10 de la mañana de un viernes y sin ninguna expectativa presté atención las dos horas y media del filme, he de decir que me gustó a secas, era evidente que regresaría a ver las secuelas pero no me enfrascaría en la lectura de un libro de grámatica infantil ni correría a comprarme un bufanda con los colores de Gryffindor.


En espera del segundo episodio volví a ver La piedra filosofal, y me pareció aburrídisima esa fue la primera vez que dormí con Harry...


Mentiría si dijera que no volví a verlo en mi vida, pero nuestra relación se limitó a pequeños episodios de no más de una hora siempre con el mismo final.


Ya en el 2004 con El prisionero de Azkaban, mucha fue mi pena cuando salí del cine con el pantalón manchado...por el sobrante del queso de los nachos que entre la cabezeada se me cayó.


Pero nunca había disfrutado tanto mi jeta como en El misterio del principe, en total vi como 35 minutos de película y desperté hasta que habían terminado los créditos y encendido las luces, aunque he de confesar que este no es un efecto exclusivo del adolescente mago.


Basado en mi amplia experiencia y avalado por mi titulo de médico de la caja de los corn flakes Maizoro, catalogo esto como síntoma de una condición que llamaré:


Hiperactividad pasiva. Dícese de la actividad cerebral acelerada en tanto el cuerpo permanece en estado de relajación, y por tanto el cuerpo entra en fase de ahorro de energía; por lo regular viene acompañado de un sobresalto al regresar al estado pleno de conciencia.


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Ardilla...